El estrés y el duelo migratorio
Existen dos procesos psicológicos adaptativos en la persona inmigrante. Cuando digo adaptativos, aunque no sean agradables, significa que sirven para que la persona pueda adaptarse finalmente a la nueva realidad. Es decir, que la migración no es en sí misma un problema psicológico, sino un factor de riesgo.
Por un lado está el estrés de aculturación y por otro lado, el duelo migratorio. Ambos procesos se pueden patologizar. Es decir, que aunque sean naturales y adaptativos, la migración requiere de un gran esfuerzo por parte de la persona inmigrante y puede suponer un factor de riesgo psicológico que derive en trastornos más graves.
Cuando hablamos de esto, no hay que olvidar que las migraciones traen consigo innumerables aspectos positivos, como el enriquecimiento personal y las nuevas oportunidades. Se dice que en muchas ocasiones las migraciones son una solución, más que un problema.
Cuando hablamos de estrés de aculturación, hacemos referencia a un desequilibrio sustancial entre las demandas ambientales percibidas y la percepción de capacidad de afrontamiento de la persona. Los factores de los que depende el estrés de aculturación se pueden dividir en dos áreas:
- La vulnerabilidad de la persona inmigrante. Si tiene mayores o menores capacidad, la seguridad percibida, la resiliencia, etc.
- El nivel de estresores del medio de acogida: si se trata de un ambiente hostil o más receptivo a las personas inmigrantes. Esto incluye la cultura de acogida, los estereotipos que tienen de las personas inmigrantes, las políticas sociales de integración, etc.
Los estresores más importantes son: la separación forzada de los seres queridos, que supone una ruptura del instinto del apego; el sentimiento de desesperanza por el fracaso del proyecto migratorio y la ausencia de oportunidades; la lucha por la supervivencia (dónde alimentarse, dónde encontrar un techo para dormir); y el miedo, el terror que viven en los viajes migratorios (pateras, ir escondidos en camiones), las amenazas de las mafias, de la detención y la expulsión, o la indefensión por carecer de derechos.
El hecho de estar expuestos/as a estresores de forma continua, da lugar a una amplia sintomatología del área depresiva (tristeza, apatía y llanto), de la de la ansiedad (tensión, insomnio, pensamientos recurrentes e intrusivos, irritabilidad), de la de somatización (fatiga, molestias osteoarticulares, migrañas). A este conjunto de síntomas se le conoce como “Síndrome de Ulises”.
En el caso del Duelo Migratorio, entendemos por ello las adaptaciones emocionales y cognitivas necesarias para elaborar la pérdida y adaptarnos a la nueva realidad. Se trataría de un proceso completamente normal y adaptativo, y que incluye síntomas como las emociones consideradas negativas: tristeza, ansiedad y rabia. Además de eso, puede incluir insomnio o hipersomnia, falta de apetito, etc.
Los síntomas suelen aparecer tras la primera fase de adaptación, en la que la persona inmigrante se encuentra en un episodio agudo de estrés y su atención está orientada al exterior. Normalmente ocurre tras 6 meses, cuando ya puede centrarse en uno mismo y en sus propias emociones.
Además, el duelo migratorio tiene varias peculiaridades. Por un lado, se trata de un duelo múltiple, ya que se deja atrás a la familia, amigos/as, clima, naturaleza, comida, status social y en muchas ocasiones, también la profesión. Por otro lado, se considera un duelo parcial, ya que no es irreversible. Esta peculiaridad hace que surjan emociones encontradas, como nostalgia por la pérdida y expectativas por el nuevo proyecto. Es además un duelo recurrente, ya que esta experiencia se reactiva a menudo.
El duelo migratorio, tiene algunos factores que lo pueden dificultar:
- Migraciones forzadas, coercionadas o sin preparación adecuada. Los rituales de preparación pueden ser de gran ayuda. Las personas que sienten que la iniciativa les ha sido robada tienen más dificultades para adaptarse.
- Pasajes traumáticos. Las violaciones o robos en el viaje son frecuentes y las expectativas que tenía la persona inmigrante puede ser reemplazado por acontecimientos traumáticos.
- Polarizaciones en la familia. La ambigüedad implícita en el proceso migratorio a veces se manifiesta en el sistema familiar, uno queriendo quedarse y el otro no.
- Separaciones y reuniones. El hecho de que parte de la familia emigre en momentos diferentes y que existan separaciones temporales y luego reencuentros, hace que no haya claridad en los roles familiares y que se puedan generar conflictos.
- Las transiciones en el ciclo de la vida. La persona inmigrante se puede cuestionar cuál es su lugar de pertenencia, como en el caso de bodas, funerales o nacimientos de la familia en el país de origen.
Así como ocurre con el estrés de aculturación, el duelo migratorio tiene su vertiente patológica, cuando no se supera de la forma adecuada. Es el conocido como Duelo Patológico. El Duelo patológico sería aquel que tiene una duración excesiva, que aparece de forma retrasada por la incapacidad de la persona de conectar con la pérdida en el momento en el que ocurre o que es exagerado, viviéndolo de forma intensificada, desbordada y recurriendo a conductas no adaptativas (depresión, ataques de pánico, abuso de sustancias, etc.). También puede ocurrir de forma enmascarada, con síntomas físicos o psicológicos que la persona no relaciona con la pérdida.